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Despues de comer se bailó un poco y cuando yo acordé eran las dos de la mañana.

Al saber la hora tuve un grandísimo disgusto, porqué ya calculé lo que iria á pasar entre mi tio y yo, pero ya la cosa no tenia remedio y el tiempo pasado no habia de volverse atras.

Por precaucion me hice acompañar con mi nueva amiga y uno de sus visitantes, porqué de ese modo mi tio no podria enojarse tanto.

Cuando llegamos la puerta estaba cerraba.

Sin embargo, yo hice corage y llamé varias veces, hasta que vino á abrime mi mismo tio.

¡Nunca le habia visto tan enojado!

En vano fuéron mis disculpas y las explicaciones que dió mi amiga.

Mi tio me echó en el zaguan una raspa terrible y despidió á mis acompañantes con sus palabras mas duras.

—Tú no estás en mi casa un momento mas, me dijo, ó te resuelves á no pisar mas la calle.

Quise dar nuevas explicaciones que mi tio se negó terminantemente á escuchar, notificándome que me mudase al dia siguiente mismo, si no queria hacer la vida de encierro que pretendia.

—Si usted se ha figurado, señorita, que mi casa es como la de sus famosas amigas, está muy equivocada, y por mas hija de mi hermano que usted sea, no ha de empañar mis buenas costumbres familiares.

—¿Quiere decir que usted me echa de su casa?

—Si no quieres someterte á lo que yo te digo, sí, te pido que no vuelvas mas aquí.

Tal fué el disgusto que tuve, que ni siquiera me acosté aquella noche.

Al dia siguiente salí muy temprano y me fuí á casa de mi amiga, contándole lo que me habia pasado con mi tio.

—Por la manera con que nos echó anoche, me respondió aquella, ya suponia yo que no habias de poderte quedar allí; tienes un tio mas bravo que un cáustico.

—Es así, medio ridículo, dije yo á mi amiga, en lo que no deja de tener razon, puesto que tiene hijas que cuidar.

Pero no es ese el caso; como yo no puedo vivir mas con él, sinó estando encerrada en su casa, he resuelto irme hoy mismo.

He venido entónces á rogarte que me acompañes á casa de la judía aquella del casino, para cerrar trato con ella.

Allí no he de poder estar mucho tiempo, porqué no me gusta la cara de esa mujer.

Pero como no he de quedar en media calle, estaré con ella hasta que encuentre otra casa mejor.

Mi amiga se vistió, fuimos á la calle Corrientes y cerré trato con la dueña del casino, bajo la terminante condicion de que en ningun caso me habia de forzar á hacer lo que yo no quisiera.