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Todos estos negocios reunidos á su sueldo, puesto que su vieja modista era quien atendia á sus gastos, le habian permitido reunir unos mil patacones que tan poderosa ayuda debian prestarle en la cuestion de su casamiento.

Esto y la clientela que ya podia reunir en un momento dado, era todo lo que necesitaba para establecerse como banquero.

Una vez logrado esto y procediendo honestamente, tenia su negocio y su porvenir asegurado; lo demas vendria por sí solo.

Lanza trabajó aquella mañana con mas ardor que nunca, para ganarse todo el dia.

Cuando vino Caprile al escritorio, Lanza le pidió permiso para faltar el otro medio, á pretexto de tener algunas diligencias particulares que hacer.

—Tal vez pueda volver mas temprano de lo que yo creo, dijo, pero en caso que me fuera imposible le ruego me disculpe, que si acaso hubiera mucho que hacer, mañana á la noche recuperaré el tiempo perdido.

No era posible negar el permiso pedido en aquellos términos al mas activo y cumplidor de sus dependientes, así es que Caprile, no solo lo concedió sin vacilar, sinó que le dijo que si necesitaba mas tiempo se lo avisara con toda franqueza.

—Despues se lo diré, respondió Lanza sonriendo, cuando le cuente en los asuntos que ando.

Por hoy no necesito mas que este medio dia.

A las doce, Lanza se fué á su casa, donde dió una manito á su toilette, poniéndose el brillante que le dió la modista, sobre el cual había hecho ya un famoso cálculo.

Si Luisa aceptaba el matrimonio con el alborozo que él esperaba, se lo regalaria como anillo de compromiso, y ¡vive el diablo! que nadie se habria comprometido de una manera mas rumbosa.

A la una ménos cuarto se hallaba Lanza con su volanta, en el mismo sitio del dia anterior, esperando á Luisa.

Esta no tardó en llegar, produciéndose entónces un incidente que vino á favorecer sus planes.

Luisa, llorosa y profundamente triste, venia acompañada de otra muchacha del casino, la misma con quien la habia visto la vez primera.

—¿Y qué tienes que lloras? le preguntó Lanza con cariñoso interés; ¿qué puede haber sucedido que te aflija de esta manera?

—Lo que yo me esperaba, respondió Luisa, lo que yo me esperaba.

Anoche, despues que tú te fuiste, la mujer aquella me armó una pelea porqué habia vuelto tarde y abandonado su negocio todo el dia, diciéndome que ella no me pagaba para que anduviera en la calle en aventuras que nada le producian.

Como nada me aterra á mí tanto como el escándalo, todo lo soporté y guardé silencio.

Hoy, cuando le dije que iba á salir, se me puso como una leona, diciéndome que no saldria.

Pero como vió que yo estaba decidida y que sería inútil