Página:Carlo Lanza - Eduardo Gutierrez.pdf/227

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
— 227 —

Ya sabes lo minucioso que es, y no quiero que tenga el menor reproche que hacerme á este respecto.

Yo veré al señor Caprile mañana, pues es persona que me merece el mayor respeto, y mañana mismo el señor Lanza tendrá mi contestacion definitiva.

—Su tio, Luisa, tiene razon, dijo Lanza usando cierta etiqueta, porqué su responsabilidad es mucha; yo he aprobado todo cuanto me ha dicho y me he sometido al informe tan necesario para él en este caso.

Puede interrogar tambien al señor Cánepa, al señor...

—Es inútil, el informe de la casa Caprile me satisface en un todo.

Sé que él debe ser bueno, puesto que es usted empleado allí: lo tomo únicamente por un deber de conciencia.

Entretanto Luisa se queda á vivir conmigo, y usted puede visitarla aquí con entera franqueza é independencia.

Despues de conversar un momento de cosas indiferentes y haberse retirado Maggi prudentemente algunos instantes para dejarlos en libertad de decirse algo, Lanza tomó su sombrero y se retiró despues de decir:

—Yo espero entónces su respuesta mañana á la tarde, y como tengo conciencia de lo que soy, no trepido en decir á Luisa «hasta mañana» y retirarme sumamente complacido despues de haber conocido en usted una persona tan fina y razonable.

Lanza se retiró mas contento que nunca; Caprile no tenia motivo sinó para dar excelentes informes de su persona, y entónces el consentimiento de Maggi era una cosa hecha.

Fijáron la época de su casamiento tratando de ganar el mayor tiempo posible, pues una vez casado ya podria aguantar cualquier contratiempo.

El mismo, despues de los informes que mandase su hermano, se pondria en correspondencia con su suegro, y su porvenir quedaba admirablemente asegurado.

Maggi por su parte quedó gratamente impresionado del futuro marido de Luisa, no pudiendo explicarse como habia logrado Luisa atraparlo tan completamente despues de haberle narrado su vida.

Y segun lo habia calculado Lanza, Maggi pensó que á pesar de todo el talento y viveza que demostraba, aquel jóven era zonzo de remate.

Y felicitó á Luisa de corazon, por la verdadera suerte que habia alcanzado.

Lanza se dirijió á casa de su vieja modista para preparar hábilmente el terreno por aquel lado, y evitar una escena que, si nó perjudicial, podia ser mortificante para su futura.

Lanza se presentó mas amante que nunca, y despues de sus habituales cariños, dijo á la vieja:

—Mi querida, vengo á darte un disgusto aunque pasagero, y á pedirte un servicio para el caso en que me lo puedas prestar.

—Desde que el disgusto solo es pasagero, contestó la vieja, siempre podrá sobrellevarse.