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En cuanto al servicio, ya sabes que no tengo mayor placer que complacerte.

—El caso es este, mi querida: mañana tengo que irme á Montevideo á establecer una sucursal de la casa, y por poco que demore, siempre he de tardar algun tiempo, por lo ménos un mes, un mes en que no podré disfrutar de tus cariñosas noches.

Yo no hubiera aceptado la propuesta, pero esto me dá cierta importancia en la casa y facilita mis negocios para el porvenir.

He pensado que un mes pasa pronto y que el sacrificio será ménos duro desde que él contribuye á asegurar mi independencia para el futuro.

La vieja se puso triste despues de escuchar la noticia, pero pronto se repuso y contestó:

—Un mes pasa pronto, Cárlos, y desde que esta corta ausencia reporta ventajas para tí, no hay mas remedio que aceptarla y conformarse; lo único que te pido es que no me olvides.

—Yo no puedo olvidarte y mis cartas te lo han de demostrar de sobra.

Has sido conmigo demasiado buena y complacente para que yo pueda olvidarte un solo dia.

—Pasemos ahora al servicio que esperas de mí.

—El servicio es este: yo llevo bastantes recursos de dinero y autorizacion para girar contra la casa aquí.

Pero tú sabes, léjos uno de sus relaciones y sus recursos, nunca está satisfecho y plenamente seguro.

Desearia llevar una reserva de quinientos patacones, y si tú puedes y quieres facilitármelos, me harias un servicio.

—Tendré en ello un verdadero placer, Cárlos querido, y si mas necesitas, dímelo con franqueza.

—No necesito mas, gracias, y esto mismo te lo pido en prevision, porqué si puedo obtenerlos de la casa no recurriré á tí.

—No, señor, yo quiero prestártelos y te garanto que si acudes á otra parte, me darás un verdadero disgusto.

Lanza no creia necesitar dinero y lo hacia solamente para estar á cubierto de cualquier gasto imprevisto á que lo obligara su casamiento.

Así es que lo aceptó, prometiendo no acudir á otra parte.

Aquella noche la pasarian de conversacion y jarana, puesto que por lo ménos durante un mes no iban á poder hacer otra cosa sinó pensar el uno en el otro.

Y Lanza con sus quinientos pesos fuertes en el bolsillo y prometiendo volver ántes de embarcarse, se despidió de su vieja modista, diciéndole:

—En mi primera carta yo te haré saber la direccion á donde debes remitir la tuyas.

De la casa de la modista y aunque era muy temprano y se hallaba tranochado, Lanza se dirigió al escritorio, porqué su licencia del dia anterior lo habia atrasado en el trabajo y era aquel dia el fijado por Maggi para ir á tomar aquel diablo de informe que habia de decidir de su porvenir.