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ser molesto y no fastidiar á la familia de Maggi, que con tanta benevolencia lo recibia y lo obsequiaba.

—Es una broma, decia á Luisa, pero es preciso hacer este sacrificio en obsequio de esta gente que nos trata tan bien: yo me quedaria toda la noche, pero entónces nos echarian cada sacramento como para hacernos reventar.

Paciencia, Luisa, que pocos dias nos faltan ya, dentro de poco no nos separaremos ni un minuto.

En los primeros ocho dias, Lanza arregló perfectamente sus tres piecitas de la calle Tacuarí, sin riqueza, pero con mucho gusto.

Podia haberlas puesto mucho mejor, pero entónces se hacia sospechoso, que era precisamente lo que queria evitar.

Aun necesitaba permanecer en el escritorio de Caprile algun tiempo mas, para redondear su mejor clientela y enviar bastantes direcciones de su nueva casa bajo el sobre de los clientes nuevos á quienes cobraba un cinco por ciento, no solo para agarrar ese dinero, como para hacerles mas sensible la diferencia del precio que él les cobraba en la nueva casa.

Aquellos infelices que solo se entendian con Lanza y que á Caprile no lo conocian ni de vista, lo creian jefe de la casa, y muchas veces rehusaban entenderse con otro dependiente porqué aquel los entendia bien y sabia hacerles el gusto en los menores detalles.

Su amigo el cura habia llevado adelante las diligencias del casamiento, consiguiendo todo por medio de dispensas, para ganar tiempo y para no prestarse á ciertas zonceras.

Lanza no era religioso, era un liberalazo de tomo y lomo, pero para pescar ciertos negocios famosos de la Cúria y de los conventos, se fingia un católico con mas tragaderas que un cretino.

Asistia á misa á San Francisco, cuyos frailes tenian negocios de giros con Europa, y se colocaba siempre en sitios donde lo vieran los superiores del convento.

Cuando se hacia alguna fiesta religiosa, era él quien dejaba la limosna mas famosa, valiéndose de un espediente que en el porvenir debia darle famosos resultados.

El tenia depositados en el Banco de la Provincia unos doce mil pesos en cuenta corriente, con el único fin de hacer limosnas á las iglesias.

Así, en vez de dejar un billete de banco, dejaba un cheque contra el de la Provincia, logrando dos objetos:

Primero pasar por un hombre sumamente rico, y segundo mostrar á los frailes que era él el de la limosna.

Esto le costaba caro, porqué lo obligaba á hacer limosnas de quinientos pesos arriba, pero con ellos él se proponia sacar en lo futuro utilidades pasmosas.

Ya veremos mas adelante los resultados de esta famosa especulacion.

En la mayor parte de los templos se conocia así á Lanza no solamente como un filántropo desprendido, sinó como un hombre sumamente rico.