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miento imprevisto viniera á echarlo todo á perder y deshacer su enlace.

No se creia del todo seguro hasta que el casamiento no se hubiera efectuado.

Una vez casado, ya se sentia con fuerza suficiente para sobrellevar y vencer cualquier contratiempo.

Por fin amaneció el ansiado sábado.

Lanza se levantó muy temprano y se fué al escritorio, pues queria asistir á las operaciones de la mañana que eran las que le interesaban, porqué en ellas tenia sus enjuagues.

Estando en el escritorio por la mañana, ya sin temor de ningun género podia faltar el resto del dia.

La gente con quien él andaba en enredos era gente de trabajo que venia solo por la mañana temprano.

Los clientes que venian en el resto del dia eran clientes con los que él poco que hacer tenia, viejos clientes de la casa que en nada podia explotar, porqué conocian todas sus costumbres y llevaban sus operaciones perfectamente arregladas de antemano.

Con ellos no habia mas que llenar la letras y hacérselas firmar á Caprile para remitirlas á su destino.

Los clientes del picholeo á quienes explotaba fácilmente y sonsacaba para su nueva casa, esos iban desde temprano hasta las diez ó las once.

Lanza, una vez concluido su trabajo de por la mañana, fué á ver á Caprile y le pidió licencia para faltar por el resto del dia.

—Me caso esta noche, le dijo, y aun me quedan algunas pequeñeces que arreglar.

No me atrevo á invitarlo al casamiento, pero si quiere ir á tomar una copa de vino, nos hará un honor.

Los otros dos dependientes principales de la casa fuéron invitados á comer con él los tallarines de boda, recomendándoles Lanza que si veian á Cánepa no le fueran á decir nada, porqué él tenia sus razones especiales para no decirle nada de su casamiento hasta despues que se hubiera celebrado.

—Hoy no invito mas que á ustedes, que son mis compañeros de trabajo, agregó, porqué en casa de la familia de mi mujer siempre habrá que estar con etiquetas.

Pero mañana ya es distinto, yo invito á comer en mi casa con toda la confianza y con toda franqueza posible que es natural tengan conmigo mis amigos.

Como me caso en casa de ella, no hay mas remedio por hoy, mañana ya será otra cosa.

Los dos dependientes sus compañeros y el cura que habia corrido con todas las diligencias del casamiento y que lo habia de bendecir, eran los únicos invitados de Lanza.

Don Estéban, que queria hacer una fiesta agradable y animada, habia invitado algunas familias amigas suyas á comer, las de mayor intimidad, y á tomar una taza de té á aquellas de menor confianza.

Carlo Lanza.
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