Página:Carlo Lanza - Eduardo Gutierrez.pdf/251

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
— 251 —

Yo soy capaz de pasarme así una semana seguida, pero mi Luisa nada tiene que hacer con lo que yo sea ó no sea capaz y no es bueno hacérmela trasnochar de esta manera.

—¡Anda, sin vergüenza! exclamó el cura riendo picarescamente; quien no te conozca que te alquile, que lo que es á mí no me la pegas.

Pero al fin y al cabo es perdonable que con semejante mujercita quieras retirarte pronto, y con franqueza confieso que yo no habria aguantado tanto.

Quedas en libertad, Lanza, hasta que nos des una comida en tu propia casa; entónces no tendrás pretexto para retirarte, porqué estarás en tu casa y te haremos permanecer en la sala, de sol á sol.

—No habrá necesidad, respondió Lanza; el primer aniversario de este feliz casamiento, pienso festejarlo yo con una comida que dure una semana, sin levantarnos de la mesa.

—¡Te tomo la palabra! ¡te tomo la palabra! gritó el curita bebiendo la última copa por aquella promesa, y me comprometo á hacertela cumplir al pié de la letra.

Usted es testigo, Luisa, de lo que acaba de decir este pillo, y usted me va á ayudar a recordárselo.

—No lo necesito, es una fecha demasiado querida para mí, para que haya necesidad de que nadie me recuerde lo que he prometido.

Y miró á su jóven esposa de tal manera, con tal cariño, que esta se puso colorada hasta las orejas.

Aquel casamiento parecia haber regenerado á Luisa por completo, dotándola de una sensibilidad que esta ni siquiera se habia sospechado tener.

—Me parece que he nacido de nuevo, murmuró al oido de Lanza cuando estuviéron en la calle.

Paso por impresiones tan queridas y desconocidas para mi espíritu, que creo estar en otro mundo superior al en que hasta ahora he vivido.

¡Oh! Carlo mio; nunca me cansaré de bendecir el momento en que te conocí.

—Esto no es nada, Luisa mia, respondia el astuto Lanza; todavía el mundo guarda para nosotros felicidades inmensas que iremos gozando á medida que yo asiente mi posicion.

Los primeros tiempos serán de trabajo, de trabajo constante y rudo; pero el cariño todo lo compensa, Luisa mia, y él nos hará llegar al fin de la jornada sin la menor fatiga y sin que siquiera podamos notar la del camino recorrido.

Ahora tengo que achicarme porqué no me conviene mostrarme en todo mi valer, pero el dia que yo pueda sacar las uñas ya verás hasta donde me trepo.

Desde el dia siguiente, Lanza se multiplicó en el trabajo.

Tenia que atender á sus quehaceres del escritorio de Caprile, y al trabajo de su propio escritorio que comenzaba á tener sus comisiones ocultas.

Porqué ya empezaban á venir á él dirigidas las cartas de