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sin limitacion alguna, mas, viendo que giraba á la vista contra los banqueros Parody, en poder de quienes tenia buenas sumas, procedentes de giros remitidos por su clientela y que se debian pagar á diversos plazos.

Su crédito empezaba pues á tomar proporciones envidiables.

Entónces y deseando dedicar todo su tiempo á sus asuntos, decidió despedirse del escritorio del señor Caprile.

La clientela pensaba seguírsela arrebatando, con solo venir á la puerta del escritorio todas las mañanas, a la hora en que el señor Caprile no podia estar alli.

—Así podria hablar con los clientes del escritorio á quienes nada habia dicho ántes, y reducirlos con el aviso de que él habia establecido una casa mejor que aquella y que como él estaba al frente siempre, serian mejor tratados y atendidos que allí, donde vendria un dependiente nuevo que para nada los conocia ni podia habituarse como él á las costumbres de cada cual.

Esto indudablemente podia causar un gran perjuicio á Caprile, pues aquella clientela de gente infeliz y fácil de engañar, acostumbrada ya á Lanza, se iria con él sin meterse en mas averiguaciones.

Muchos de ellos no habian tratado en todos sus negocios sinó con Lanza, de modo que para ellos Lanza era el banquero y aquello no importaba sinó un cambio de domicilio.

Eran incalculables los perjuicios que para Caprile podia importar aquella conducta.

Decidido á retirarse, Lanza lo comunicó á Caprile, pero por supuesto, sin decirle que establecia un negocio igual al suyo, para que no fuera á sospechar nada referente á la clientela.

—Mi suegro me está mandando mercaderías á consignacion, le dijo, y yo no puedo atender ese negocio con mis ocupaciones del escritorio á las que debo todo mi tiempo.

Ese negocio importa mucho para mi, porqué si me vá bien, en poco tiempo podré abrir una casa en grande y hacer mi fortuna.

Solo una razon como esta es capaz de hacerme abandonar una casa donde he sido tan bien tratado.

Ahora tengo sobre mí mayores obligaciones y es necesario que me haga un porvenir mas independiente.

Yo, sin embargo, me quedaré á su lado hasta que usted encuentre un dependiente que pueda reemplazarme á su satisfaccion.

Caprile encontró perfectamente razonable lo que Lanza decia.

Era muy natural que su suegro, siendo un hombre rico, lo ayudara mandándole mercaderías y era muy justo que el jóven quisiera dedicarse por completo á aquel negocio.

Así es que sin sospecharse nada de lo que habia en el fondo de todo aquello, y sintiendo la separacion del jóven, le ofreció su ayuda en todo lo que pudiera servirlo, quedando en poner un dependiente á su lado para que se hiciera práctico en las obligaciones de Lanza.