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Aquel era uno de los mismos dependientes de la casa, sumamente adicto á Caprile y deseoso de hacer méritos para seguir en la casa y mejorar de sueldo y de posicion.

Lanza se encargó de instruirlo en sus obligaciones tan rápidamente como le fuera posible, suponiéndole muy poco tenerlo á su lado, porqué un novaton como aquel no podia causarle el menor perjuicio.

Con proceder delante de él con toda integridad, á nada se exponia, pues el secreto de sus manejos no podia ser penetrado si él mismo no lo mostraba y no lo explicaba en su detalle.

El reemplazante de Lanza empezó á concurrir al escritorio á la misma hora que este, para atender al despacho de la clientela matutina y al manejo del correo, en lo que se referia á remision de correspondencia.

En el primer dia, el jóven notó una cosa que le llamó la atencion, y es que muchas personas que venian, hablaban con Lanza en voz baja y como evitando que él las oyera.

Sin embargo, por mas en silencio que hablaran, el jóven pudo oir de uno y otro lo bastante para comprender que se trataba de clientela particular de Lanza, que se refería á la casa Tacuarí 81.

Lanza no le habia dado ninguna explicacion al respecto, pasándose la mañana sin que acudiera ningun cliente para el escritorio.

A la noche el nuevo dependiente habló con Caprile para contarle lo que habia aprendido y las dificultades que habia hallado en el nuevo puesto, quedando asombrado que en toda la mañana no hubiese ido cliente alguno para la casa.

Esto era extraño, y mucho mas extraño le pareció, el saber que habia ido mucha gente en busca de Lanza.

Sin embargo, nada dijo, prometiéndose averiguar lo que habia al respecto.

¿Qué significaban aquellas referencias á la calle Tacuarí 81, donde vivia Lanza?

Por mas confianza que tuviera en su dependiente, aquello era como para llamarle la atencion.

A la mañana siguiente sucedió lo mismo.

De todas las personas que viniéron al escritorio y habláron con Lanza, solo uno quiso remitir una carta con algun dinero para la familia, carta que Lanza encargó al nuevo dependiente que la escribiera.

Cuando Lanza se fué á almorzar, el dependiente comunicó á sus compañeros lo que sucedia, y el fenómeno de no venir ya para la casa ni un solo cliente.

Hablaban de esto, cuando llegáron dos sugetos en busca de Lanza, siendo uno de ellos un antiguo cliente.

—¿Qué es eso? le preguntáron, ya no mandas dinero ni escribes para tu familia?

—Si escribo, respondió y mando dinero, pero lo hago por otra parte que no son tan careros como ustedes.

Ustedes están cobrando el cinco y allí no pagamos sinó el tres, y mejor servidos.