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Los corresponsales eran las personas mas importantes del comercio europeo, y su crédito era ilimitado en los Bancos de Europa y sobre todo de Italia.

Así Carlo Lanza estaba relacionado con toda la sociedad italiana de Buenos Aires, desde su miembro mas espectable hasta el mas infeliz lustrabotas.

Y con todos ellos tenia negocios de mayor ó menor importancia, pero negocios que iban preparándole el terreno que habia de pisar mas tarde.

De un exterior sumamente simpatico, de una conversacion facil y atrayente, con el aire de una persona nacida entre los millones y habituada á derrocharlos, con una fisonomía hermosa é inteligente, se insinuaba de tal manera que era muy difícil defenderse de su influencia.

El estudiaba rápidamente, pero con una seguridad admirable, el espíritu y modo de ser de la persona con la que se ponia en contacto, y solo despues de conocerle lo que él llamaba su lado flaco, recien le tendia las redes en que debía hacerla caer.

Y las tendia con tal habilidad, con tal seguridad, que á las dos ó tres veces de hablar con él, aquella persona se le habia entregado en cuerpo y alma.

¿Quién iba á dudar de la integridad y la fortuna de aquel banquero, que llevaba una vida opulenta y cumplia todos sus compromisos aun ántes de vencerse, que adelantaba dinero bajo la sola palabra del que lo recibia?

Es que Carlo Lanza prestaba realmente con la mayor facilidad y confianza, sabiendo á quién le prestaba y calculando que aquel préstamo era el cebo con que habia de atraer á sus cajas el dinero de su deudor.

Comerciante de menudeo, apretado por algun vencimiento, propietario apurado por alguna hipoteca, cliente que queria girar dinero que no tenia inmediatamente, acudia á Carlo Lanza en la seguridad de que habia de sacarlo de apuros.

Y ninguno salió de su casa con las manos vacias ni sin jurar que en su vida no haria jamas ningun negocio sinó por intermedio de aquel gran banquero.

Lanza podia caer muchas veces en prestar dinero á quien no se lo habia de volver en mucho tiempo, ó tal vez nunca.

Pero no era porqué no supiese de antemano que aquel dinero que prestaba no volveria á su poder, sinó porqué bien sabia que su deudor, en cambio, le traeria clientes que podian dejar entre sus manos ávidas de dinero, doscientas veces mas de lo que perdia en el préstamo.

Los napolitanos y la gente infeliz que iban á depositarle sus ahorros ó á hacer por su intermedio remesas á Europa, creian en Carlo Lanza con tanta fé como se cree en Dios.

Le hubieran depositado la vida si Carlos Lanza les hubiera ofrecido pagarles intéres por ella.

Es que Lanza, con una sagacidad suprema, se habia apoderado de un elemento estupendo para el logro de sus fines, pues que no eran otros que apropiarse todo el dinero de aquella clientela que, entre toda, podia entregarle una gran fortuna.