Página:Carlo Lanza - Eduardo Gutierrez.pdf/50

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
— 50 —

Esto fué dicho con tanta gracia, que todos prorumpiéron en un coro de aplausos, aceptando por unanimidad la proposicion de Lanza.

En el Alcázar pasáron una noche como pocas, porqué parecia que todos se habian hablado para estar de un humor impagable.

Es que Lanza habia comunicado su buen humor á todos y al extremo que el mismo Caraccio se sentia rejuvenecido de veinte años.

Veia que Lanza habia estado coartado los dias anteriores por la falta de dinero y no cesaba de felicitarse por la idea de facilitárselo.

Concluido el Alcázar, nada tenian que hacer allí.

Era para ellos un sitio demasiado público para armar una farra á toda orquesta y se fuéron á buscar otro mas conveniente.

El ingeniero Caporale que conocia todos los recovecos de la ciudad, se declaró tambor mayor y rompió la marcha, siendo aquello para Lanza una nueva revelacion, pues se trataba nada ménos que de una cena en compañía de damas alegres y pernoctantes.

—Se entiende que yo pago, ratificó Lanza ántes de entrar al hotel donde Caporale los llevaba.

—No hay que hacer, dijo este, lo convenido es convenido.

Ya que el amigo se empeña en pagar, no hemos de reñir por eso, ya pagaremos nosotros otra noche.

Aquella noche fué famosa en los recuerdos de Carlo Lanza.

Caporale los habia llevado á casa de una familia alegre, donde se solian armar bailes que duraban hasta la madrugada.

Se hacia traer que cenar y que beber de un fondin vecino y se pasaban así las noches mas saladas de la tierra.

Lanza tenia que hacer impresion entre las amigas de Caporale por sus tres condiciones de jóven, buen mozo y rico, de modo que fué el héroe de la noche.

Concluido el baile y la jarana se fué él mismo al hotel del lado, donde pidió una cena abundante y mas abundante vino todavía, lo que le mereció verdaderas aclamaciones por parte de los maldicentes.

El capitan Caraccio se sentia rejuvenecido de veinte años y orgulloso de su protegido.

No cesaba de felicitarse del préstamo que habia hecho á Lanza, en vista del talento con que este lo empleaba.

Y tan entretenidos pasáron aquella inolvidable noche, que el dia los sorprendió con su luz indiscreta, destripando las últimas botellas de barbera.

Lanza hubiera querido continuar la farra, porqué se encontraba allí perfectamente, pero era preciso retirarse y dejar descansar á los amigos por si acaso al otro dia se les ocurria repetir la jarana.

Y unos en cuatro, otros en tres y uno ó dos en dos piés, se retiráron de aquel palacio encantado para Lanza, tomando cada cual el camino de su casa.