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Todos estaban ya recogidos en el hotel, cuando Lanza y Caraccio llegáron; pero Nina, que supo por el portero á qué hora habian vuelto, quedó encantada de la buena comportacion de Lanza.

—Estoy segura que ha sido él quien ha querido venir, dijo al otro dia á Caraccio, porqué usted, mientras mas se vá entrando en años, vá perdiendo mas el juicio; lo que hizo reir como siempre al capitan Caraccio.

Jabon en el piso.

Aquel dinero que le facilitara Caraccio, no podia haber sido para él de mayor utilidad.

Con él no solo se habia podido mantener lucidamente en su posicion de grandeza, sinó que habia podido comprarse un poco de ropa blanca y perfumes que tanta falta le hacian.

¿Qué diablos podia hacer con las dos mudas de ropa que habia traido de Montevideo?

Ya habia empezado á tomar un aspecto de dejadez poco agradable.

Empilchado de nuevo y perfumado, habia vuelto á su aspecto gentil y paqueton.

Pero al paso que iba, aquel dinero no podia durarle mucho, puesto que no tenia como reponerlo.

Sin embargo allí estaba Caraccio que no lo dejaria en ningun mal paso.

Pero es que Caraccio al fin y al cabo tendria que irse, y de todos modos aquello no podia ser eterno: tarde ó temprano tendria que concluir.

Y esto lo consideraba Lanza tan inevitable, que ya iba habituando su espíritu á este final, mas ó ménos cercano.

Apénas habia transcurrido un mes de su llegada á Buenos Aires, cuando Caraccio anunció su partida.

Su buque estaba ya cargado y no podia demorarse mas sin sufrir sérios perjuicios.

—Me voy, dijo, y declaro que nunca me ha costado mas que ahora separarme de este pedazo de tierra donde tanto me he divertido.

Aquella noticia hizo á Lanza un efecto de todos los diablos.

¿Qué seria de él sin aquel hombre que tanto lo habia protegido?

¿Cómo hacer frente á su situacion desesperante?

Todavia le quedaba la señora Nina, pero ésta al fin se cansaria, exigiria el pago de su cuenta, viendo que el dinero nunca llegaba y quedaria él en medio de la calle, esto si no iba á la Policia.

Hasta entónces todo iba bien, pues en uno ni en dos meses era explicable que no recibiera cartas de Italia, pero no seria explicable que toda la vida sucediera lo mismo.