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Lo que á mí me irrita hasta la desesperacion es que ese hombre me haya hecho pasar la plaza de un imbécil.

Si yo llego a agarrarlo entre mis manos puedo asegurar á ustedes que lo hago ocho mil pedazos.

Lanza se hallaba presa de profunda irritacion.

Estaba convencido que no veria mas su dinero, y no podia conformarse con haber caido tan buenamente en la trampa que se le había tendido.

—Pero ¿quien lo manda prestar dinero á una persona que no conoce bien, que no sabe cuáles son sus antecedentes?

—Lo veia jugar aquí noche á noche, y perder ó ganar el dinero con una indiferencia tan suprema, que jamas hubiera creido habérmelas con un estafador.

El ha jugado aquí hasta sobre su palabra y se lo han permitido; ¿cómo quieren que me figure que es un pillo?

—Entre los jugadores hay sus costumbres que tienen siempre una razon de ser.

A un jugador se le puede tomar siempre sobre su palabra un apunte al que puede responder, por mala que sea su conducta.

No es que uno esté seguro que pagará porque sea un hombre de honor.

Pero uno está seguro que pagará porqué asi le conviene.

Un jugador que no paga lo que ha perdido sobre su palabra, se expone á que nadie le tome un solo apunte, lo que no le conviene, y á ser espulsado de la casa donde cometió la fea accion.

Por eso es que, aunque uno sepa que particularmente es un estafador, se le toma una parada de boca, pues si la pierde esta en su propria conveniencia pagarla.

Lo que Scotto ha hecho con usted, lo ha hecho ya con cincuenta, y lo hará con todos los que pueda.

Pero si pierde dinero sobre su palabra, no lo dejará de pagar por nada de este mundo.

Si esos ocho mil pesos usted se los hubiera ganado bajo palabra, ya se los habria pagado.

Pero prestados así, yo le aconsejo que no se mortifique y no piense mas en ellos.

Ya Scotto no vuelve aquí hasta que no calcule que usted se ha aburrido de venir: irá á otras casas, porqué no puede vivir sin jugar, pero irá donde usted no pueda hallarlo.

—Es que yo lo agarraré del pescuezo y lo obligaré á pagarme, respondió Lanza dejándose dominar por la ira.

—Es lo que él querría, porqué así daria por chancelada la deuda, respondió el jugador.

Muchos de los estafados como usted han tentado hacerse pagar á puñetazos, y él ha recibido los golpes, dando así por chancelada la deuda.

Lanza, con semejantes informes, quedó sumido en la mayor desesperacion.

Aquel golpe venia á dejarlo en condiciones tremendas, y en la mayor miseria.