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y tranquilidad el descalabro que le iba á venir encima y no le causaba ya tanta impresion como al principio.

¿Que diablo iba á remediar con aflijarse y mortificarse adelantado?

Ya tendria tiempo de aflijirse demasiado cuando le sucediera la desventura que esperaba.

Resuelto así á aguantarlo todo con paciencia y resignacion y sacarle el cuerpo al hecho de ir preso que era lo que mas le imponia, siguió alegremente en conversacion con sus amigos.

Aquella noche fué al Alcázar y anduvo con ellos de alegre calaverada.

Sabe Dios cuando podria volver á pasar momentos como aquellos, y era preciso sacar el jugo á los últimos que se le ofrecían.

Como con aquellos cien pesos que le quedaban nada podia hacer para remediar su desventura, pagó con ellos una botella de champagne que se bebió á la salud del diablo.

A la madrugada y lleno de los alegres recuerdos de aquella noche, última noche de alegre farra, Lanza se retiró al Hotel Marítimo.

Ni siquiera se dignó pensar en lo que podria contestar á la señora Nina cuando esta viniese á interrogarlo.

—Las mejores resoluciones son las que se toman en el momento, pensó, porqué la inteligencia se aguza en los apuros.

Cuando ella me cargue firme, ya veremos el modo de salir del paso.

Antes, no quiero mortificarme por nadie ni por nada.

Resuelto así por el momento el problema de su tranquilidad, se metió en su cuarto.

Tenia sueño, pero no se quiso acostar.

Despues que hable con la señora Nina, pensó, tendré mas sueño y así dormiré el mal rato que ella me cause y me será mas llevadero.

Si Lanza hubiera conocido las leyes del país, como las conoció despues, ¡cuan distinta habria sido su conducta!

Si él hubiera sabido que entre nosotros no existia la prision por deudas; si él hubiera sabido que la señora Nina para cobrarle y echarlo de su casa, hubiese tenido que entablarle una demanda ante un Juzgado de Paz, demanda que un procurador habria hecho durar seis meses; si él hubiera sabido todo esto, se habria reido buenamente de las exigencias de la patrona, y la hubiera echado al diablo cada vez que le hubiese ido á cobrar.

Pero Lanza no conocia todas estas camandulerías, pensaba que aquí las cosas se pasarian como en Europa, y de aquí partia su miedo y su afliccion.

Por confesar su estado de pobreza extrema y sus apuros, no habia querido consultar la cosa con sus amigos mas prácticos en las cosas del país, prefiriendo correr la carabana como Dios se lo diese á entender.

—Si uno se ha de ahogar, pensaba, es inútil andar eligiendo el sitio: lo mismo es el rio que la mar.