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relaciones comerciales y me hago aquí de una posicion tan buena y famosa como la que tenia en Rio Janeiro.

—Por eso mismo es necesario concluir con eso de mozo de hotel, le decia la amorosa dueña del Casino.

Alli tiene que estar sirviendo como un criado á cuanto roñoso llega á comer, sin contar con que todo el mundo lo vá conociendo como mozo de fonda, lo que puede perjudicarlo en el porvenir.

¿Y qué quiere que haga sin relaciones y sin dinero?

Por lo pronto alli no gasto en casa y comida y voy economizando un sueldo.

—¡Una propuesta!—le dijo una noche la dueña del Casino; véngase con nosotros el buen mozo, en las mismas condiciones.

Yo te doy la casa, la comida y el mismo sueldo.

Siempre ganas en la indipendencia del empleo, en el quehacer que es mucho ménos y en la posicion misma, que es mucho ménos servil y ménos aperreada.

Aquello por lo ménos merecia consultarse con la almohada y Lanza prometió meditarlo y contestar.

La cosa le halagaba mucho, no solo por el sueldo sinó por la explotacion á que se prestaba.

Dominando á aquellas mujeres y enamorándolas, sobre todo á la dueña del negocio, Lanza podia concluir con apoderarse de él y declararlo suyo.

Luego, aquel negocio se prestaba á mil especulaciones en que las mujeres no podian haber caido, en la compra á plazos de la bebida que se necesitaba para el despacho.

Un negocio abierto representaba siempre un capital, por pequeño que fuera, y con un capital en efectivo bien podia girarse por diez veces su valor.

Lanza se decidió inmediatamente á abandonar el hotel y probar fortuna por este otro lado, en la seguridad de que debia de irle mejor.

La posicion de mozo de un casino de aquel género, le iba á hacer perder mucho personalmente, pues no era aquel un empleo ni digno ni decente.

Pero Lanza no estaba al cabo de ciertas cosas y no habia pensado sinó en lo que ganaba; no se le habia ocurrido pensar en lo que perdia.

Hacia ya mas de dos meses que estaba de mozo en el Marítimo y poco habia de faltarle para la chancelacion de su deuda.

Carla Lanza decidido á probar fortuna en aquel nuevo camino, preguntó á la señora Nina cómo andaba de cuenta.

—Si yo le digo para qué quiero saberlo, pensó, es capaz de decirme que me falta otro tanto para concluir de pagar con mi trabajo.

Disimulemos, que por las buenas se ha de sacar mejor ventaja.

—Quiero saber como estamos de cuentas, dijo á su patrona, para ver cuando quedo libre y desde cuando puedo disponer de algun dinero.

Así, sabiendo desde cuando empiezo á ganar mi sueldo, me