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Un rompimiento de golpe podia traerle sérios trastornos para sacar de allí sus efectos, y era preciso ponerse al abrigo de toda dificultad.

Así, poco á poco iba sacando sus cosas y llevándolas al cuarto, cuando doña Emilia salia á sus paseos y lo dejaba encargado de la casa.

Anita tambien iba mandando allí su mejor ropa, para estar prevenida á una echada brusca, y esto la tenia mas confiada y contenta.

Si Lanza no la quisiese, si no tuviese el proyecto de huír con ella, no hubiera alquilado aquella pieza, haciendo llevar allí sus mejores efectos.

Bien empilchados, porqué doña Emilia no escaseaba en sus regalos, no tenian mas que pensar en el negocio que se proponian establecer juntos.

Esto consoló y contuvo mucho á Anita, mirando con cierta tranquilidad las relaciones de su amante con la patrona.

Cuando ya todo estaba por concluirse, cuando Lanza todo lo tenia preparado para un buen golpe de engaño á doña Emilia, los celos de Anita vinieron á echarlo todo á perder.

Como Lanza daba su última mano de seduccion á la vieja, aquellos dias se habia vuelto mas atento y complaciente que nunca.

No andaba sinó adivinándole el pensamiento á la vieja y atendiéndola cariñosamente en todo, demostrándole á cada paso y de una manera exagerada todo el amor que por ella tenia.

Aunque Anita estaba préviamente prevenida por Lanza, que redoblaba por ella todos sus cariños cuando doña Emilia no podia verlos, sintió estallar nuevamente sus celos y volvió á sus llantos y sus temores, sin querer oir las razones y súplicas de Lanza.

Este, desesperado y temiendo que Anita le echara á perder todos sus afanes y trabajos de dos meses, llegó á amenazarla de la siguiente manera:

—Mira, si por una estupidez tuya la vieja se apercibe de lo que pasa, yo te juro que no me vuelves á ver mas la cara.

Esta amenaza léjos de calmar los celos de Anita, los aumentó mas todavia.

Temerosa de que Lanza fuera á cumplir su amenaza, se calló la boca y disimuló, conteniendo mal la ira que sentia estallar en su espiritu, jurando que se habia de vengar de lo que ella llamaba la traicion de Lanza.

Aquellos celos reconcentrados estalláron por fin de una manera poderosa, dando sus frutos de ruinas para el jóven, y provocando en el interior del casino una escena formidable.

Un Domingo doña Emilia habia sido invitada á pasear á Belgrano, donde se festejaba el cumpleaños de una amiga que habia convidado con igual objeto á todas la suyas.

Doña Emilia se fué temprano, despues de haberse despedido cariñosamente de Lanza hasta la tarde, encargándole el cuidado de la casa.

Carlo Lanza.
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