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demas vestigios de la fiesta, quedando todo en el mayor órden, para lo cual Lanza tuvo que despedir á los diabólicos invitados de una manera terminante y haciéndoles presente que si doña Emilia los hallaba allí á su vuelta, se perderian todos y la alegre fiesta entónces no podria repetirse.

Los invitados, cediendo á aquel cuerdo razonamiento, se retiráron.

Pero Lanza vió con espanto algo con lo que no habia contado y que era un peligro imposible de evitar, porqué no tenia remedio.

Las cuatro muchachas estaban borrachas de una manera formidable, y no era esto lo peor, sinó que á Anita le habia dado la tranca por dejar estallar sus celos y hablar iniquidades de doña Emilia, iniquidades graciosísimas que las otras festejaban con alegres carcajadas.

¿Cómo evitar semejante peligro? ¿cómo convencer á las borrachas y hacerles ver la conveniencia de permanecer tranquilas?

Si Anita seguia así, en cuanto entrara doña Emilia se produciria el escándalo, y se descubriria el pastel.

Para conjurar este peligro, Lanza pensó que no tenia otro remedio que concluir de emborrachar á Anita para que se durmiera y no hablase, pero se encontró con una dificultad maldecida.

El licor habia repugnado á Anita y esta se negaba á beber mas.

Para concluir de empantanar la cosa, se presentó en el casinito uno de aquellos tercetos de arpa, violin y flauta que se ván ya perdiendo entre nosotros, y las muchachas lo hiciéron entrar al patio, para completar la fiesta del dia con un poco de baile.

Lanza se agarró de los cabellos y se los sacudió con fuerza; su situacion no podia ser mas desesperante.

Sin embargo, pensando que el baile concluiria de emborracharlas haciéndolas dormir, Lanza consintió en que tocaran la música, puesto que de todos modos no tenia otro remedio, y empezó á incitarlas para que bailaran.

Las cuatro muchachas, al compás de un alegre valse, empezáron á dar en el patio formidables volteretas.

Pero la bebida consumida, si bien les habia hecho perder la chabeta, no lograba tumbarlas del todo como Lanza pretendia.

Pero algo habia ganado con aquello.

Anita parecia haber olvidado sus ideas celosas y revolucionarias, no pensando mas en doña Emilia y sus venganzas.

Ya esto era bastante para la tranquilidad del desesperado Lanza.

Al oscurecer, doña Emilia no habia vuelto todavía, y la trancas algo se habian disipado.

Anita era la mas borracha, porqué era la que mas habia bebido, pero estaba tranquila y se mostraba mas obediente á las caricias de Lanza.

El momento temido y tremendo llegó por fin.

A las ocho de la noche se presentó en el casino doña Emilia, que no venia mas serena que sus muchachas.