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otros pequeños burgueses lejos de odiar a los que nos insultan y nos ultrajan diaria- mente, los aceptamos complacidos, imitamos sus vicios y creemos que existe una moral absoluta (impuesta por los poderosos com el objeto de dominar a las otras ctases) a la cual regalamos nuestras vidas piadosamen- te ridículas.
Los tiempos del liberalismo con su corte- jo de frases sonoras y huecas no tienen abso- lutamente expresión. Nuestros abuelos ha- blaron de una libertad que jamás fué efec- tiva; del “trabajo honrado””, que jamás fué honrado cuando se quiso acumular fortuna; de una justicia divina que nunca se acordó de los que sufren en esta tierra. Nuestros abuelos eran abstractos y paradojales; con- fusos y llenos de tinieblas. El triunfo con- sistía para ellos en hacer dinero. Pero para hacer dinero había que hablar de honradez, de trabajo y de justicia. En el instante dado se echaban todos los principios morales por la borda. Los únicos que no pudieron Uiber- tarse de la moral, fueron los pequeño bur- gueses. Hoy día, quien crea en la honradez, tiene abiertas de par en par las puertas de la miseria. Quien crea en la justicia es un bobo; existe justicia de clase. Quien se ilu-
