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se puede comprar muchas cosas. Yo me voy a comprar de todo, ún anillo de oro más lin- do que el de Sara, zapatos nuevos, patines, y dos libros: Sandokan y El Corsario Ne- gro, que Osvaldo nunca me lo quiero pres- tar.
Ahora como no tengo más que cinco me: compro tortitas negras, para que me pase el hambre, pero después, en la confitería de La Estrella, donde van todos los ricos, com- praré masitas con dulce, helados de crema, chocolate. Toda la plata me la voy a gastar en lo que me guste.
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Esta señora quiere que vuelva a casa por ropa y a buscar a mi mamá para que hable con ella. Está loca. Por lo pronto, eso que hizo hoy no está nada bien. Me dió un em- pujón que casi me tira al suelo. Parecía más: buena a la mañana cuando llegué. Primero que nada me preguntó: — ¿Qué sabes ha- cer? — De todo — le dije, sin pensarlo mu- cho, porque en verdad solo sé barrer, sacu— dir y avivar el fuego. Lavar platos, planchar,. cocinar, nada de eso sé, en casa lo hacen mi
