ESTIMADOS COMPAÑEROS:
ESTIMADAS COMPAÑERAS:
Creo que es casi innecesario agregar algo más a lo expuesto por el compañero y amigo Ministro del Trabajo, Luis Figueroa, en relación con el alcance, significación y contenido de la Orden al Mérito al Trabajo, que se estatuyó hace algunos meses por Decreto y que por éste que vamos a firmar, modificamos el anterior, dando ya real forma a las disposiciones que permitirán materializar esta distinción con alcance nacional.
Sólo quiero insistir en lo justo de los argumentos expuestos por el Ministro del Trabajo, en relación con el sentido que para nosotros tiene el esfuerzo que realizan los trabajadores, fundamentalmente la clase obrera, que es y será el pilar esencial de este proceso revolucionario de Chile.
Muchas veces hemos insistido y destacado que una revolución se consolida, se afianza, avanza, esencialmente cuando los auténticos revolucionarios tienen conciencia de las exigencias que a veces llegan; no sólo al renunciamiento de las expectativas personales, sino al sacrificio, de aquellos que quieren dar, con los hechos, la expresión clara de su voluntad y su decisión revolucionaria.
No hay proceso revolucionario que pueda proyectarse hacia el futuro, sin un gran esfuerzo y un gran sacrificio. Por eso hemos planteado que en esta etapa de Chile, cuando somos agredidos desde fuera y desde dentro —la agresión desde fuera ha sido y es extraordinariamente dañina para la marcha normal de nuestro desarrollo, de nuestra economía—; cuando los sectores heridos en sus intereses, desde dentro recurren a todos los caminos y por todos los medios buscan la manera de poner obstáculos a la marcha del Gobierno Popular —hechos que el pueblo conoce, y el más sobresaliente es el paro de Octubre—; cuando esto ocurre, es lógico que nosotros pensemos que sólo sobre la base de una unidad de los trabajadores, más allá de las fronteras de la propia Unidad Popular; de los trabajadores, en función de su condición de padres, en función de su posición de clase, esté la gran espectativa, la gran posibilidad del desarrollo del proceso revolucionario.
De allí entonces, que hemos sostenido reiteradamente que hay que producir más, trabajar más, sabiendo sí que se produce, no para satisfacer los caprichos o las sofisticadas necesidades de una elit, de un grupo restringido, sino a satisfacer las necesidades esenciales de las masas populares, de la mayoría nacional.