Página:Charles Darwin - Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo - Tomo II.djvu/153

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
xvi
135
chile septentrional y perú

tivamente bajas. Desde las montañas pudimos gozar de una magnífica vista de este blanco y brillante campo aéreo, que se ramifica por los valles arriba, dejando islas y promontorios como lo hace el mar en el archipiélago Chonos y en Tierra del Fuego.

Estuvimos dos días en Freirina. En el valle de Huasco hay cuatro ciudades pequeñas. A la entrada se halla el puerto, lugar enteramente desierto y sin agua en las cercanías inmediatas. Cinco leguas más arriba se levanta la Freirina, aldea de trazado irregular, con blancas casas encaladas. Diez leguas más allá está situado Ballenar, y sobre éste, Huasco Alto, aldea hortícola, famosa por sus frutos secos. En un día claro la vista del valle es hermosísima, y se prolonga subiendo hasta la nevada Cordillera, que aparece en la remota lejanía, mientras por ambos lados se cruzan una infinidad de sierras fundiéndose en una misteriosa bruma. La parte primera es notable por el gran número de terrazas paralelas, y la zona intermedia del valle verde, con sus sauces enanos, contrasta de un modo particular, por ambos lados, con las montañas peladas. El territorio de los alrededores era un yermo muerto, y con facilidad se comprenderá sabiendo que en los últimos trece meses no había caído una mala llovizna. Los habitantes de la región oían hablar con la mayor envidia de la lluvia de Coquimbo; sin embargo, el aspecto del cielo les auguraba una fortuna igual, que vieron realizada quince días después. Por entonces estuve en Copiapó, y allí la gente hablaba con la misma envidia de la abundante lluvia de Huasco. Después de dos o tres años secos (acaso con un solo chubasco en todo ese tiempo) sigue de ordinario un año lluvioso, y éste resulta más perjudicial aún que la sequía. Los ríos salen de madre y cubren de grava y arena las estrechas fajas de tierra, únicas que son aptas para el cultivo. Las avenidas causan, además, averías en las presas de riego. Los estragos causados por una