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tahiti y nueva zelandia

decidieron ayudar con una suscripción y completar la suma que se necesitaba. El capitán Fitz Roy manifestó que lamentaba ver el sacrificio impuesto a la propiedad particular por el delito de unos isleños distantes. Pero los jefes replicaron que agradecían aquella consideración y que, siendo Pomarre su reina, estaban resueltos a prestarle ayuda en aquel apuro. Este acuerdo y su pronto cumplimiento, pues la suscripción se inició a la mañana siguiente muy temprano, puso término a esta notabilísima escena de lealtad y honrados sentimientos.

Terminada la discusión, varios jefes aprovecharon aquella coyuntura para hacer al capitán Fitz Roy muchas y atinadas preguntas, relativas al trato de los barcos y extranjeros, según las costumbres y leyes internacionales. Sobre ciertos puntos, no bien se tomó la decisión, dictóse la ley en el acto. Este Parlamento tahitiano duró varias horas, y cuando se terminó, el capitán Fitz Roy invitó a la reina Pomarre a visitar el Beagle.


25 de noviembre.—Por la tarde se enviaron cuatro botes en busca de Su Majestad: el barco se engalanó con banderas y la marinería subió a las vergas al llegar la reina a bordo. Venía acompañada de la mayor parte de los jefes. Todos se portaron con extremada corrección; a cada instante pedían permiso para examinar cualquier objeto de cubierta, y parecían complacidísimos con los regalos del capitán Fitz Roy. La reina es una mujerota desgarbada, sin belleza, gracia ni dignidad. El único atributo real que la distingue es una perfecta impasibilidad en todas las circunstancias, y ésta acompañada de una expresión huraña. Los cohetes voladores fueron muy admirados por la multitud, que prorrumpía en prolongados «¡Oh!», que se oían desde la orilla, todo en torno de la negra bahía. También causaron admiración los cantos de los mari-