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PRÓLOGO
El hogar es el santuario doméstico; su ara es el fogon; su sacerdotisa y guardian natural, la mujer.
Ella, solo ella, sabe inventar esas cosas exquisitas, que hacen de la mesa un encanto, y que dictaron á Brantôme el consejo dado á la princesa, que le preguntaba cómo haría para sugetar á su esposo al lado suyo:
— Asidlo por la boca.—
Yo, ¡ay! nunca pensé en tamaña verdad.
Avida de otras regiones, arrojéme á los