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El segundo, dejando la demas gente en la Asumpcion, con órden de juntarse á los 150 que estaban en los Timbúes, y á los 160 de las náos de Buenos Aires, llegó á los Timbúes, ó Buena Esperanza, y al fuerte de Corpus Christi, donde los nuestros habian quedado: pero hallamos la tierra sin indios, porque el capitan Francisco Ruiz, Juan Galan, presbitero, Juan Hernandez, escribano, que eran como gobernadores, despues de varios tratos infieles y malvados, habian muerto al cacique de los Timbúes y otros indios, y los demas se huyeron, de los cuales habiamos recibido muchos beneficios. Sabiendo tan triste maldad, quedamos asombrados, y nuestro capitan encomendó á Antonio de Mendoza el fuerte de Corpus Christi, dejándole 120 hombres y bastimento, con órden de guardarse de los indios, estando siempre sobre aviso con buenas centinelas: y que si los indios viniesen de paz, los tratase con mucho amor, haciéndoles cuantos agasajos fuese posible, y evitando todos los daños que intentasen hacerles, y á los cristianos, y mirando por sí con la mayor diligencia. Con lo cual se volvió á embarcar, llevando consigo á Francisco Ruiz, Juan Galan y Hernandez, autores de las infames muertes de los indios. Estando ya para navegar, llegó un indio principal Timbúe, gran amigo de los cristianos, que se vió precisado á seguir á los suyos, por su muger, hijos, parientes y familiares; el cual venia á aconsejar al capitan que no dejase allí cristiano alguno; porque toda la gente de guerra de la provincia estaba resuelta ó á acabar con ellos, ó echarlos de la tierra. El capitan respondió que él volveria presto, y que la gente que dejaba bastaba para resistir los indios: y le rogó se viniese, á los cristianos, con su muger, hijos y familiares, y así lo prometió; y dejándonos en Corpus Christi, se embarcó el capitan.



CAPITULO XXVIII.
Matan los Timbúes á traicion 50 españoles: desamparan los demas el fuerte de Corpus Christi, y se embarcan para Buenos Aires.

A los ocho dias, poco mas ó menos, envió el cacique á su hermano, pero traidora y alevosamente, pidiendo á nuestro capitan Mendoza seis soldados con escopetas y otras armas, para pasarse á nosotros con toda su hacienda y familia á vivir siempre.