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VIAGE

nos recibieron de guerra, aunque procuramos la paz. El pueblo estaba situado en un collado, y rodeado de un espeso y ancho espinal por todas partes, tan alto como un hombre con la espada levantada en la mano.

Vista su obstinacion avanzamos, con los Cários, el pueblo, por dos partes: nos mataron los Maigenos doce cristianos y algunos Cários, que nos sirvieron muy bien: pero prosiguiendo con mayor esfuerzo, le entramos por fuerza, y los Maigenos le pusieron fuego y huyeron: esto causó la destruccion de muchos, que pagaron con la vida la culpa de sus compañeros.

Ocho dias despues, 500 Cários armados, con gran secreto, y sin saberle nosotros, se fueron dos ó tres leguas del real, á buscar los Maigenos que huyeron: y habiendo dado en ellos, pelearon con tanta obstinacion que murieron 300 Cários é ¡numerable multitud de los Maigenos, que eran tantos, que ocupabon cerca de una legua. Los Cários enviaron á pedir al general socorro, avisándole que los Maigenos los tenian cercados por todas partes, sin poder volver ni ir adelante. Despachó luego el general 150 cristianos, con algunos caballos, y 1,000 Cários, dejando los demas soldados en guarda del real, por si los Maigenos le acometian. Apenas nos divisaron los Maigenos, cuando levantaron sus reales y huyeron, y auque los seguimos con cuanta prisa fué posible, no los pudimos alcanzar: pero nos admiró el destrozo que habian hecho los Cários en los enemigos, y los que habian quedado vivos volvieron con nosotros, á nuestro real, muy contentos.

Hallamos en el pueblo gran abundancia de comida, por lo cual nos detuvimos cuatro dias en él: juntámonos despues, y pareciéndonos que estabamos informados medianamente de la tierra, su calidad y frutos, pareció á todos proseguir el viage; y caminando trece dias continuos, en que andariamos 52 leguas, segun decian los que entendian de las estrellas, llegamos á la nacion de los indios Carcokies: de allí, en nueve dias, entramos en otra provincia, de seis leguas de ancho y largo, la cual estaba toda cubierta de sal, tan espesa y blanca que parecia nevada, y que nunca se deshace.

Descansamos dos dias en esta tierra salada, dudando el camino que seguiríamos; pero se eligió el derecho, y á los cuatro dias entramos en la provincia de los Carcokies: y el general, estando á cuatro leguas de su pueblo, envió 50 cristianos y 50 Cários, para que nos diesen alojamiento. Entramos en el pueblo, y vimos la mayor multitud de indios, que jamas habiamos hallado tantos juntos; y congojados dimos aviso al general para que nos socorriese luego.