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AL RIO DE LA PLATA.

100 leguas; y despuesto todo, fuimos á Gingie, pueblo en que estuvimos cuatro dias, y que antes obedecia á los Cários, y era hasta donde se estendia el imperio del rey.


CAPITULO LII.
El autor camina por tierra, dejando el rio Paraná, y lo que le sucedió en Tupí.

Dejamos las canoas y el Paraná para ir por tierra en la provincia de la nacion de Tupís,[1] donde empieza la jurisdiccion del rey de Portugal: el camino dura seis meses enteros, y hay en él muchos desiertos, montes y valles que pasar, tan llenos de fieras, que de miedo no podíamos dormir seguramente.

Los indios de esta nacion se comen á sus enemigos. Siempre tienen guerra, que es su mayor deleite: cuando vencen, llevan al pueblo los vencidos, con tanto acompañamiento como si fuera boda. Si quieren matar á alguno hacen grandes fiestas; y en tanto que duran, le dan todo cuanto pide y apetece, y mugeres con que se divierta, hasta la hora en que le han de matar.

Pasan los dias y las noches en banquetes y comidas, borrachos como las manadas de puercos de Epicuro, mas torpemente de lo que se puede decir. Son muy soberbios y altivos; hacen vino de maiz, con que se emborrachan: es poco diferente su lengua de la de los Cários.

Llegamos á otro lugar, llamado Careiseba, habitado tambien de los Tupís. Estos tienen guerra con los cristianos: los primeros son sus amigos.

El domingo de Ramos partimos á otro pueblo que estaba á 4 leguas, y en el camino nos avisaron que nos guardásemos de los de


  1. Estos indios conservan el nombre de su poblador Tupí, Estremeño, segun Barco, Argentina, conto 1: y aunque no le nombra, sigue lo mismo Vasconcelos, Crónica del Brasil, lib. 1, núm. 78 y 79, de oidas á los indios, y núm. 149, fol. 91.