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Página:Comedias - El trato de Argel - El cerco de Numancia (1922).pdf/114

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dole mojicones se entran. En entrando, despierta el primer cristiano que está junto al león, y, viéndole, se espanta y dice:

¡Sancto Dios! ¿Qué es lo que veo?
¡Qué manso y fiero león!
Saltos me da el corazón;
cumplido se ha mi deseo;
libre estoy ya de pasión,
pues lo quiere mi ventura.
Este, con su fuerza dura,
mis días acabará,
y su vientre servirá
al cuerpo de sepultura.
Pero tanta mansedumbre
no se ve ansí fácilmente
en animal tan valiente,
aunque su fiera costumbre
muestra a las veces clemente.
Mas ¿quién sabe si, movido
el Cielo de mi gemido,
este león me ha enviado
para ser por él tornado
al camino que he perdido?
Sin duda es divina cosa,
y asegúrame este intento
que en mis espíritus siento,
con fuerza maravillosa,
un nuevo crecido aliento;
y ya es caso averiguado
que otro león ha llevado