Si tú supieses, Pedro, a do se extiende
la perfectión de nuestra Ley cristiana,
verías cómo en ella se nos manda
que un pecado mortal no se cometa
aunque se interesase en cometerle
la universal salud de todo el mundo.
Pues ¿cómo quieres tú, por verte libre
de libertad del cuerpo, echar mil hierros
al alma miserable, desdichada,
cometiendo un pecado tan inorme
como es negar a Cristo y a su Iglesia?
¿Dónde se niega a Cristo ni su Iglesia?
¿Hay más de retajarse [1] y decir ciertas
palabras de Mahoma, y no otra cosa,
sin que se miente a Cristo ni a sus santos,
ni yo le negaré por todo el mundo,
que acá en mi corazón estará siempre,
y El sólo el corazón quiere del hombre?
¿Quieres ver si lo niegas? Está atento.
Fíngete ya vestido a la turquesca,
y que vas por la calle y que yo llego
delante de otros turcos y te digo:
«Sea loado Cristo, amigo Pedro.
- ↑ Circuncidarse.