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que ella es nuestra fuerza y muro,
nuestra luz, nuestro remedio.
Echan todos las cadenas al suelo e híncanse de rodillas, y dice el uno:
[uno]
¡Vuelve, Virgen Santísima María,
tus ojos, que dan luz y gloria al cielo,
a los tristes que lloran noche y día
y riegan con sus lágrimas el suelo!
Socórrenos, bendita Virgen pía,
antes que este mortal corpóreo velo
quede sin alma en esta tierra dura
y carezca de usada sepultura.
otro
Reina de las alturas celestiales,
Madre y Madre de Dios, Virgen y Madre,
espanto de las furias infernales,
Madre y Esposa de tu mismo Padre,
remedio universal de nuestros males;
si con tu condición es bien que cuadre
usar misericordia, úsala agora,
y sácame de entre esta gente moral [1].
- ↑ Esta octava no consta en la edición de Sancha. En su lugar hay ésta:
«Virgen bendita, que del Padre Eterno
fuiste escogida para dar el fruto
que quebrantó las puertas del infierno,
y del primer pecado quitó el luto:
vuelve tu rostro piadoso y tierno
a la grande miseria y al tributo
que aquí pasamos en tan triste calma,
pues está en peligro cada día el alma.»