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y luego los Sacerdotes, dejando el uno el carnero de la mano, diga, y han de entrar Teógenes y muchos numantinos.
sacerdote primero
Señales ciertas de dolores ciertos
se me han representado en el camino,
y los canos cabellos tengo yertos.
sacerdote segundo
Si acaso no soy mal adivino
nunca con bien saldremos de esta impresa.
¡Ay, desdichado pueblo numantino!
sacerdote primero
Hagamos nuestro oficio con la priesa
que nos incitan los agüeros tristes.
Poned, amigos, hacia aquí esa mesa.
sacerdote segundo
El vino, incienso y agua que trujistes
poneldo encima y apartaos afuera,
y arrepentíos de cuanto mal hicistes:
que la oblación mejor y la primera
que se ha de ofrecer al alto Cielo,
es alma limpia y voluntad sincera.
sacerdote primero
El fuego no le hagáis vos en el suelo,