se bañe con la sangre de romanos,
y aun los sirva también de sopoltura.
Mas ¿quién me ha arrebatado de las manos
la víctima? ¿Qué es esto, dioses santos?
¿Qué prodigios son éstos tan insanos?
No os han enternecido ya los llantos
deste pueblo lloroso y afligido,
ni la arpada voz de aquestos cantos,
antes creo que se han endurecido,
cual pueden infirir en las señales
tan fieras como aquí han acontecido.
Nuestros vivos remedios son mortales;
toda nuestra pereza es diligencia,
y los bienes ajenos, nuestros males.
En fin dado han los Cielos la sentencia
de nuestro fin amargo y miserable.
No nos quiere valer ya su clemencia;
lloremos, pues es fin tan lamentable,
nuestra desdicha; que la edad postrera
dél y de nuestras fuerza siempre hable.
Marquino haga la experiencia entera