y el diamante y rubí más excelente,
y la estimada púrpura y brocado,
en medio del rigor fogoso ardiente
de la encendida llama se ha arrojados
despojos do pudieran los romanos
hinchir los senos y ocupar las manos.
Vuelve al triste espectáculo la vista;
verás con cuánta priesa y cuánta gana
toda Numancia en numerosa lista
aguija a sustentar la llama insana;
y no con verde leño o seca arista,
no con materia al consumir liviana,
sino con sus haciendas mal gozadas,
pues se guardaron para ser quemadas.
Si con esto acabara nuestro daño,
pudiéramos llevallo con paciencia;
mas, ¡ay!, que se ha de dar si no me engaño,
de que muramos todos cruel sentencia.
¡Primero que el rigor bárbaro extraño
muestre en nuestras gargantas su inclemencia,
verdugos de nosotros nuestras manos
serán, y no los pérfidos romanos!
Han ordenado que no quede alguna
mujer, niño ni viejo con la vida,