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mis flacos cansados brazos.
Hijos, mi dulce alegría,
¿con qué os podré sustentar,
si apenas tengo que os dar
de la propia sangre mía?
¡Oh hambre terrible y fuerte,
cómo me acabas la vida!
¡Oh guerra, sólo venida
para causarme la muerte!
hijo
¡Madre mía, que me fino!
Aguijemos. ¿A do vamos,
que parece que alargamos
la hambre con el camino?
madre
Hijo, cerca está la plaza
adonde echaremos luego
en mitad del vivo fuego
el peso que te embaraza.
Vase la mujer y el niño, y quedan los dos.
numantino segundo
Apenas puede ya, mover el paso
la sin ventura madre desdichada,
que, en tan extraño y lamentable caso,
se ve de dos hijuelos rodeada.