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¡Ni aliento ni vida tiene!
Bueno es el mal cuando viene
sin venir acompañado.
Fortuna, ¿por qué me aquejas
con un daño y otro junto,
y por qué en un solo punto
huérfana y viuda me dejas?
¡Oh duro escuadrón romano!
¡Cómo me tiene tu espada
de dos muertos rodeada:
uno esposo y otro hermano!
¿A cuál volveré la cara
en este trance importuno,
si en la vida cada uno
fué prenda del alma cara?
Dulce esposo, hermano tierno,
yo os igualaré en quereros,
porque pienso presto veros
en el cielo o en el infierno.
En el modo de morir
a entrambos he de imitar,
porque el yerro ha de acabar
y la hambre mi vivir.
Primero daré a mi pecho
una daga que este pan:
que a quien vive con afán
es la muerte de provecho.
¿Qué aguardo? ¡Cobarde estoy!
Brazo, ¿ya os habéis turbado?
¡Dulce esposo, hermano amado,
esperadme, que ya voy!