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no se me negaría el triunfo en Roma
de haber domado esta nación soberbia,
enemiga mortal de nuestro nombre,
constante en su opinión, presta, arrojada
al peligro mayor y duro trance;
de quien jamás se alabará romano
que vió la espalda vuelta a numantino,
cuyo valor, cuya destreza en armas
me forzó con razón a usar el medio
de encerrallos cual fieras indomables
y triunfar de ellos con industria y maña,
pues era con las fuerzas imposible.
Pero ya me parece vuelve Mario.
En balde, ilustre general prudente,
han sido nuestras fuerzas ocupadas.
En balde te has mostrado diligente,
pues en humo y en viento son tornadas
las ciertas esperanzas de vitoria,
de tu industria contino aseguradas.
El lamentable fin, la triste historia
de la ciudad invicta de Numancia
merece ser eterna la memoria;
sacado han de su pérdida ganancia;
quitado te han el triunfo de las manos,
muriendo con magnánima constancia;
nuestros disinios han salido vanos,