que le cupo en buena suerte,
si le dió en el suelo muerte,
en el cielo le dió gloria;
porque estos ciegos sin luz,
que en él tal señal han visto,
pensando matar a Cristo,
matan al que trae su cruz.
De su amo lo compraron,
y, aunque eran pobres, a un punto
el dinero todo junto
de limosna lo allegaron.
En nuestro pueblo cristiano,
por Dios se pide a la gente
para sanar al doliente,
no para matar al sano.
Mas entre esta descreída
gente y maldito lugar,
no piden para sanar,
mas para quitar la vida.
Hoy en poder de sayones
he visto al siervo de Dios,
no sólo puesto entre dos,
sino entre dos mil sayones.
Iba el sacerdote justo
entre injusta gente puesto,
marchito y humilde el gesto,
a morir por Dios con gusto.
En darle penas dobladas
todo el pueblo se desvela:
cuál sus blancas canas pela,
cuál le da mil bofetadas.
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