36
Las manos que a Dios tuvieron
mil veces, hoy son tenidas
de dos sogas retorcidas
con que atrás se las asieron.
Al yugo de otro cordel
puesto el cuello humilde lleva,
haciendo seis moros prueba
cuánto pueden tirar dél.
A ningún lado miraba
que descubra un solo amigo:
que todo el pueblo enemigo
en torno le rodeaba.
Con voluntad tan dañada
procuran su pena y lloro,
que se tuvo por mal moro
quien no le dió bofetada.
A la marina llegaron
con la víctima inocente,
do con barbaria insolente
a un áncora le ligaron.
Dos áncoras a una mano
vi yo allí en contrario celo:
una, de hierro, en el suelo;
otra, de fe, en el cristiano.
Y, la una a la otra asida,
la de hierro se convierte
a dar cruda y presta muerte;
la de fe, a dar larga vida.
Ved si es bien contrario el celo
de las dos en esta guerra:
la una en el suelo afierra;