última el triste se vió,
cinco o seis veces llamó
la Virgen Santa María.
Al fuego el aire le atiza
y con tal ardor revuelve,
que poco a poco resuelve
el santo cuerpo en ceniza.
Mas ya que morir le vieron,
tantas piedras le tiraron,
que las piedras acabaron
lo que las llamas no hicieron.
¡Oh Santisteban segundo,
que me asegura tu celo
que miraste abierto el cielo
en tu muerte desde el mundo!
Queda el cuerpo en la marina
quemado y apedreado;
el alma el vuelo ha tomado
hacia la región divina.
Queda el moro muy gozoso
del injusto y crudo hecho;
el turco está satisfecho;
el cristiano, temeroso.
Yo he venido a referiros
lo que no pudisteis ver,
si os lo ha dejado entender
mis lágrimas y suspiros.
Deja el llanto, amigo, ya;
que no es bien que se haga duelo