que al fin irán por tierra derribados
los amigos consejos más sabidos.
Más viejos y más pláticos soldados
tiene el rey a su mando y su servicio;
déjeme a mí, que tengo otros cuidados;
mejor será que el trabajoso oficio
de reparar los fosos y muralla
entregue al que de amor aun es novicio;
que yo más cruda y más fiera batalla
espero a cada paso, ¡ay suerte dura!,
que teme el alma y ha de atropellalla.
¡Oh Silvia, reina de la hermosura!
Por vos a los oficios doy de mano
que pudieran honrarme y dar ventura.
Pero ¿qué es lo que he dicho? ¡Oh ciego insano!
¿No vale más gozar de aquellos ojos,
que ser señor del aureo suelo hispano?
Tu beldad, Silvia, adoro aquí de hinojos.
¿Son éstos los despojos, señor mío,
que el gran cuidado mío te procura?
Por cierto que es locura averiguada
mostrar tan derribada la esperanza.
Ten, señor, confianza; espera un poco,
que das muestras de loco en lo que haces.
Poco me satisfaces y contentas,