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MANUEL MANQUILEF

En estas fortalezas indíjenas encontraron en ocasiones los castellanos su derrota i su tumba» [1].

La guerra fué para el indio su ocupacion favorita, por revestir el carácter sagrado.

El jefe principal, ñidol, combatia al frente de sus fuerzas, desempeñando admirablemente las funciones de primer jefe; corria de un lado para otro despertando el entusiasmo de los suyos.

Revestia carácter sagrado la guerra, porque despues de la patriótica e inspirada alocucion venia un ņüwé, que todo lo soluciona, que con la arrogancia del wentrun i, tomando por testigo los adornos sagrados del indio agorero, lanzaba la mas patriótica arenga que pudiera oir el guerrero araucano.

El ņüwé comparaba la intrepidez india con correr de un animal o con el vuelo presuroso de algun ave que, por el correr de aquél o por el volar de éste, significaban la intervencion mística i la victoria preconiza da ya en la reunion sagrada de los kalkus.


El indio era tan intelijente como guerrero para acometer a sus enemigos. Ningun pueblo aboríjen del Nuevo Mundo opuso al ibero la resistencia tan tenaz i tan tremenda como la de Arauco.

Por eso, es que la historia de la Araucanía está sembrada de episodios heroicos i admirables, de hechos guerreros que nos manifiestan, por una vez mas, el temple militar de estos bravos que encontraron en la defensa de su suelo su nombre i su inmortalidad.

Pero la accion mas memorable que recuerda el alma araucana i que con ternura narra en las noches de invierno a su prole, es el asalto a Angol verificado en tiempo de la Pacificacion de la Araucanía i, segun cálculos a juzgar por los

  1. Tomas Guevara, Historia de la Civilizacion de la Araucanía, Tomo I, páj. 234.