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contagio á los pueblos comarcanos, y de éstos á los remotos, haciendo esta epidemia su mayor estrago en los sugetos mas robustos.

Siguiendo la historia de los infortunios y calamidades de nuestra amada patria, en el siglo XVIII, se nos presenta la gran tribulacion, que padeció en el 1º de Febrero de 1705, en que enfurecido el volcan, comenzó á vomitar humo y cenizas, en tanta copia, que se obscureció el sol y se hallaron los habitantes de Guatemala, como otros Egipcios, rodeados de densas tinieblas en la mitad del dia, siendo preciso suplir con luces artificiales la falta de claridad: hasta que sacando aquella tarde en pública procesion las milagrosas Imágenes de Cristo Crucificado y Nuestra Señora del Socorro, que se veneran en la Iglesia Catedral, ¡cosa maravillosa! lo mismo fué salir por la puerta de la enunciada Iglesia, que mira hacia el volcan las referidas Imágenes, que acabarse de desvanecer las espesas sombras que nos habían robado la luz del dia y quedar limpio y despejado todo el Cielo.

El año de 1710, tornó el citado volcan á arrojar fuego y piedras encendidas, como se dirá en el capítulo 2º, tratado 5º, hablando del Ilustrísimo Señor Don Fr. Mauro.

El año de 1717, fué de gran tribulacion y angustia Ciudad de Guatemala; porque desde la noche del 27 de Agosto comenzó á vomitar fuego el volcan, acompañando á este terrible fenómeno, un continuo ruido subterráneo, con frecuentes retumbos. La noche del dia 28 fué mayor la furia, con que despedía fuego el volcan, de suerte que puso en el mayor conflicto á todo este vecindario: sacóse á las plazas y compases de


    cion por tres dias, con inmenso concurso; y el tercer dia, á cosa de las dos de la tarde, se observó por largo rato, que el rostro de la Santa Imágen sudaba, de cuyo prodigio dieron fé dos Escribanos que se hallaron presentes. Por la tarde se restituyó á Almolonga la Sagrada efigie, en solemnísima procesion; y desde este dia cesó la peste, no enfermando ninguno de nuevo, y sanando los que estaban enfermos.