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esta Provincia, atendiendo los PP. de ella, á su virtud y religiosidad, pusieron los ojos en él para Provincial, y lo eligieron unánimemente el año de 1572. Su buen gobierno y demas prendas hicieron que fuese segunda vez destinado para el mismo empleo el año de 1584. Por este tiempo se ofrecieron en la Provincia negocios de mucha gravedad; y tratando los Religiosos de nombrar sugeto que fuese á España á seguirlos, ninguno les pareció mas á propósito que el P. Castro. Aceptó este gustoso la comision, y se partió para la Corte. Concluidos sus negocios, cuando pensaba volverse á su Provincia, supo se estaba colectando una mision de 40 Religiosos, para ir á fundar Conventos de la Orden á Filipinas. Movido el P. Fr. Juan del zelo del bien de las almas y dilatacion del Evangelio, se asentó entre los Religiosos de la mision; y el Vicario General de esta, viendo entre los misioneros un sugeto de las circunstancias de Fr. Juan Castro, renunció en él el oficio de Vicario General. Salió este con su ilustre compañía del Convento de S. Estevan de Salamanca, por los años de 1586, á pié y pidiendo limosna, y se encaminaron para el puerto de Cádiz. Habiéndose embarcado, arribaron á Vera-Cruz el 29 de Septiembre y pasaron al Convento de Méjico, donde el P. Fr. Juan de Castro, como Vicario General de la fundacion de la Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas, hizo las ordenaciones para el gobierno de la espresada Provincia, que firmó el 17 de Diciembre de 86. A principios de Marzo de 87 se hicieron á la vela en Acapulco y llegaron á Manila á fines de Mayo del mismo año. Verificóse la citada ereccion de la Povincia de Filipinas, y fué su primer Provincial el P. Castro. Despues que este Santo Religioso asentó las cosas pertenecientes á la observancia regular y el ejercicio de la conversion de los infieles en aquellas partes, intentó entrar á la China, á anunciar el Evangelio á sus habitantes, por los años de 89. A este tiempo recibió cédula de S. Magestad en que le nombraba Obispo de la Vera-paz; mas no aceptó esta merced, estimando en mas sufrir cárceles y trabajos por Jesu-Cristo, que gozar de los honores de la citada Mitra. En efec-