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rieron á la Real Audiencia de los Confines solicitando mandase despoblar la Nueva Sevilla. Alegaban para el efecto una real cédula de 30 de Octubre de 1547, despachada por el Príncipe, en que manda al Adelantado Montejo despuéble la Nueva Salamanca; mas esta real determinación no puede entenderse de la Nueva Sevilla, pues solo habla de la Nueva Salamanca, pueblo de la provincia de Yucatán, y por eso va dirigida á Don Francisco Montejo, Gobernador de Yucatán; que si fuera la mente del Principe que se desmantelase la Nueva Sevilla, se hubiera encargado la ejecución del real rescripto á la Audiencia de los Confines, en cuyo distrito se halla dicha villa. Pero el Presidente Cerrato y los Oidores de la citada Audiencia, sin hacer alto en nada de esto, sin recibir mas pruebas de los escesos de los espresados Españoles, que el dicho de los Religiosos de Santo Domingo, ni dar oidos á los vecinos de la referida villa, despacharon real provisión, por la cual mandaron con el mayor rigor al Teniente de Gobernador, Alcaldes y vecinos de la Nueva Sevilla, salgan de ella y de toda la provincia del Golfo Dulce, pena de muerte y de perdimiento de bienes; sin embargo de cualquier respuesta que se dé, apelación ó suplicación que de dicha real provisión se haga. Esta real provisión se notificó al Cabildo de la Nueva Sevilla, que le dio el obedecimiento correspondiente, en 30 de Octubre de 1548.

Los tres pueblos ya citados tampoco tuvieron mayor duración; porque las repetidas pestes los arruinaron y estinguieron; y aunque el de Jocolo fué poblado de nuevo por el Castellano Don Pedro Varona de Loaiza, no tuvo mayor crecimiento. Por los años de 1605 encontró el Piloto Francisco Navarro, cerca del rio Motagua, unos indios de la nación Tequeguá, mansos y dóciles, que con facilidad se sujetaron á los Españoles; y el Ilustrísimo Señor Don Fr. Gaspar de Andrada, Obispo de Comayagua, envió Clérigos que los catequizaron; y aunque el P. Remesal (lib. 10 cap. 20) afirma que los Religiosos de su Orden hallaron á estos neófitos tan poco instruidos en la doctrina cristiana, que apenas sabían las oraciones y esto de modo que no las podían entender, pero ni aun