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y amistad de los Castellanos al Señor de los Zutugiles: tres veces se hicieron estos requerimientos al Rey de Atitlan y otras tantas fueron despedidos los mensajeros con aspereza y muestras de indignación.

Irritados los Españoles con tan reptetidas repulsas, se prepararon para la campaña, y dejando en Guatemala la tropa conveniente para su seguridad, marchó el ejército para Atitlan: componíase éste de 40 caballos, 100 infantes y 2,000 indios Guatemaltecos y lo capitaneaba el mismo Don Pedro de Alvarado: caminaba á convenientes jornadas, con buenos y seguros alojamientos, proveídos de viveres y abundante forrage para los caballos: y llegando á las inmediaciones de Atitlan, se volvió á convidar á los Zutugiles con la paz; mas estos, fijos en el dictamen de no rendirse, no solo tomaron las armas contra los embajadores, sino que afectaron acometer al ejército; pero sin apartarse del puesto que cubría su numerosos escuadron. Advirtieron entre tanto los nuestros, que á poca distancia de] ejército alojaba un grueso nervio de indios fortificados en el peñol de la laguna, y discurriendo que dejar a las espaldas aquella natural fortaleza podría ocasionarles funestas consecuecias, se acercaron á la ribera, y desde ella provocaron á los del peñol con algunos tiros de ballesta, que matándoles algunos soldados, los hicieron salir de su fortaleza y acometer á los Españoles: trabóse una larga y reñida batalla, que hizo desconfiar á nuestros de la victoria, hasta que viniendo la caballería en socorro de los infantes, acometió á los peñolistas y uniéndoseles las mangas de la infantería, hicieron retirar los indios á su peñol.

Interin duraba el combate, los indios de Guatemala apresaron algunas barcas al enemigo, que fueron muy útiles para darle alcance; porque avanzando los referidos Guatemaltecos por el agua y por una estrecha calzada que conducía al peñol y los infantes en las canoas, lograron nuestros indios, atropellando á los peñolistas, apoderarse de su eminencia: hicieron grandes esfuerzos los de Atitlan por recuperar su peñol; pero rechazados constantemente por la arcabucería, perdida la esperanza de la victoria, dejando muchos muertos y heridos, se echa-