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CAPITULO 8.º
De la expugnación de la gran plaza de Mixco.

Ya dejamos dicho en el cap. 2º de este tratado, como la ciudad de Mixco, plaza fuerte de los indios Pocomanes, se hallaba situada en un sitio eminente é inexpugnable, ceñido de peña tajada, que no daba entrada sino es por una senda estrecha y empinada, capaz para solo un solo hombre; de suerte que con dos defensores que hiciesen rodar piedras de lo eminente era bastante impedimento para estorbar la entrada en esta plaza al ejército mas poderoso; pues era grande y evidente peligro para un hombre solo que habia de subir en pos de otro, por senda tan estrecha y empinada, el encuentro de una piedra. Mas como en aquellos tiempos las dificultades y peligros fuesen para nuestros valientes Españoles estímulos para acometer la empresa mas ardua; y por otro lado se tuviese noticia que, á imitación de los Mixqueños, otras naciones se fortificaban en sitios impenetrables, ordenó el General Don Pedro de Alvarado á su hermano Gonzalo, que con dos compañías de infantes y una de corazas, cuyos Cabos eran Alonso de Ojeda, Luis de Vivar y Hernando de Chaves, se adelantase á asediar aquella plaza, en tanto que él en persona partía á la espedicion. Pero habiendo llegado estas tropas al sitio, y reconocídolo por muchas partes, convencidos que no tenia otra entrada que la referida senda; y por otra parte escarmentados con los daños que habian recibido de la piedra y flecha que les arrojaban los de Mixco, se hallaban los Capitanes cercados de dificultades, cuando llegó Don Pedro de Alvarado. Y aunque este insigne Capitán reconoció los graves riesgos á que se esponia el ejército en la prosecución de esta empresa; mas confiriendo el caso con sus Capitanes, se resolvió que no convenia á la reputación de las armas Españolas desistir de este intento sin perfeccionarlo; porque esto seria motivo para que otras naciones se fortificasen de la misma suerte; y aun los indios conquistados, con este ejem-