Ya dejamos dicho en el cap. 2º de este tratado, como la ciudad de Mixco, plaza fuerte de los indios Pocomanes, se hallaba situada en un sitio eminente é inexpugnable, ceñido de peña tajada, que no daba entrada sino es por una senda estrecha y empinada, capaz para solo un solo hombre; de suerte que con dos defensores que hiciesen rodar piedras de lo eminente era bastante impedimento para estorbar la entrada en esta plaza al ejército mas poderoso; pues era grande y evidente peligro para un hombre solo que habia de subir en pos de otro, por senda tan estrecha y empinada, el encuentro de una piedra. Mas como en aquellos tiempos las dificultades y peligros fuesen para nuestros valientes Españoles estímulos para acometer la empresa mas ardua; y por otro lado se tuviese noticia que, á imitación de los Mixqueños, otras naciones se fortificaban en sitios impenetrables, ordenó el General Don Pedro de Alvarado á su hermano Gonzalo, que con dos compañías de infantes y una de corazas, cuyos Cabos eran Alonso de Ojeda, Luis de Vivar y Hernando de Chaves, se adelantase á asediar aquella plaza, en tanto que él en persona partía á la espedicion. Pero habiendo llegado estas tropas al sitio, y reconocídolo por muchas partes, convencidos que no tenia otra entrada que la referida senda; y por otra parte escarmentados con los daños que habian recibido de la piedra y flecha que les arrojaban los de Mixco, se hallaban los Capitanes cercados de dificultades, cuando llegó Don Pedro de Alvarado. Y aunque este insigne Capitán reconoció los graves riesgos á que se esponia el ejército en la prosecución de esta empresa; mas confiriendo el caso con sus Capitanes, se resolvió que no convenia á la reputación de las armas Españolas desistir de este intento sin perfeccionarlo; porque esto seria motivo para que otras naciones se fortificasen de la misma suerte; y aun los indios conquistados, con este ejem-