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su escuadrón con la destreza y arte militar que acostumbraba: colocó la artillería al frente del ejército, guarneció los costados con la caballería y en el centro puso la infantería: de esta suerte esperó el avance de los indios, que acometiendo de golpe, recibidos con una diestra y unida carga, quedaron muertos y heridos algunos. Muchas veces se retiraron y volvieron á acometer los Sacatepequez á los Castellanos en este lugar, con bastante pérdida de una y otra parte; hasta que en una de estas retiradas de los rebeldes fué tal el estrago que hicieron en ellos nuestras armas, que volvieron las espaldas y se encerraron en su pueblo. Siguiéronlos en su fuga cinco escuadras de nuestra infantería, y lograron hacer prisioneros sin resistencia á ocho indios principales y con ellos á Panaguali, y otros dos papaces que salieron á recibir á los vencidos; con cuyo despojo pareciéndole al Teniente General suficientes rehenes, relitiró su campo al seguro domicilio de Ucubil, donde reposó tres dias, hizo curar á los heridos y pasar muestra del ejército: hallóse que habían muerto treinta y siete, el uno español llamado Villafuerte, nueve Tlaxcaltecos y veinte y siete de los Sacatepequez amigos, entre estos su gran caudillo Huehuexuc. A los tres dias de estar en Ucubil, mandó Portocarrero que fuese uno de los prisioneros al pueblo y diese aviso que el ejército iba otro dia á él, á asentar la paz; que lo esperasen con la seguridad que á nadie se le haria daño ni perjuicio: volvió el mensajero á puestas del sol del mismo dia y dijo que el pueblo estaba sujeto y esperaba á los Castilagüinac, esto es, á los Castellanos para dar la obediencia, á que habían faltado con harto daño suyo. Al siguiente dia salió de su alojamiento el ejército español, y caminando á lento y sosegado paso, llegó al pueblo de Sacatepequez y fué introducido en él por los principales; puestas las tropas en sitios convenientes, bien ceñida y presidiada la plaza principal, Don Pedro Portocarrero hizo venir á todos los principales del pueblo y á algunos del común, y á vista de todos mandó dar garrote al gran Sacerdote Panaguali, motor principal de este levantamiento. De esta suerte se terminó felizmente la guerra