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encamisada venía el carro triunfal, tirado por seis mulas encubertadas: éste tenia seis varas de largo, y tres de ancho: dividíase en dos partes; la anterior tenia su pasamano de balaustres, y sobre ellos mecheros con hachas: la parte posterior representaba una torre, que se levantaba nueve varas¡ dividida en tres cuerpos, iluminada con muchas hachas: remataba en punta, donde iba la fama, figura de escultura con alas y clarín. Iban en el primer cuerpo seis niños para danzar entre las jornadas, y seis músicos para representar la comedia que se intituló: La Matriz Coronada. Púsose la encamisada a vista de la Real Audiencia, donde le hicieron los correspondientes acatamientos; y asi aquí, como delante, los dos Cabildos, se representó una y otra vez la referida comedia.

Concluidas las fiestas de iglesia en el octavario, conforme al rito romano, mas no satisfecho el afecto del vecindario con lo hecho, sin embargo de haber sido tanto, como llevamos dicho, se dispusieron cuatro comedias, y tres dias de fiestas de plaza para la semana siguiente. Se puso el teatro para las comedias en la lonja del costado de la iglesia: la Real Audiencia, y ambos Cabildos, asistieron en un corredor, que tiene enfrente de este parage la casa del Capitán D. Martin de Alvarado Guzman y Villacreces, y toda la calle se hizo anfiteatro: estas funciones se hicieron con el esplendor y lucimiento que las antecedentes.

En los tres dias siguientes hubo corridas de toros y juegos de cañas y alcancías: para este juego, que solo se hace entre personas nobles, se dispusieron cosa de veinte caballeros de la primera nobleza. Había entre ellos dos Caballeros cruzados, dos Maestres de campo, y otros de semejantes graduaciones: vistieron de negro, unos bordado de oro, y otros de plata, con penachos de plumas de varios colores en los sombreros y en la vuelta de estos, joyeles de perlas: con igual riqueza iban enjaezados los caballos, y no eran de menor pompa las libreas de los lacayos, que llevaba seis cada uno. Hicieron alto al llegar á la esquina de la plaza, Ínterin entró á pedir la venia á la Real Audiencia el Maestre de campo D. Juan Antonio Dighero, padrino de la Caballería, llevando por delante