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que, gastándole las púas, le conviertan en conejo, este erizo ha sabido atraerse, siquiera, el cariño de aquellos con quienes ha convivido.

En estos veinticinco años no he tenido más que una experiencia, aunque muy útil, también muy dolorosa; y es, que siempre que tropecé con alguno de esos que llamo profesionales de la arbitrariedad, que toman al hombre de instrumento y de juguete, he pasado por grandes amarguras, por las amarguras que pasa todo el que desea ejercer una función pública, seria, y en bien de la cultura y ve que en el fondo no se le considera, he sabido lo que es a jerga indigna de esas gentes que todavía están en la aplicación del secreto inquisitorial Pero ello ha tenido la gran ventaja de despertarme el orgullo; en este pais, sin ambiciones y con vanidad, lo que hay que tener es orgullo; que á mí se me ha exaltado y Dios quiera que se me exalte todavía más: es lo único que á todos los profesores puede salvarnos; un orgullo que nos ponga enfrente de esas gentes que cabren la oquedad interior, unas veces con cinismos y otras veces con falsos bríos.