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136 ISONDÚ

guantes fuertes y gruesos, y si hubierais visto en aquellos días su gentil figura con su pollera de brín, corta, cal- zado un poco fuerte y polainas de cuero, protegida la cabeza, ya con una gran gorra de sol, ya con un som- brero de anchas alas que bajaban a los costados cu- briendo el blanco cuello y el rostro encantador, la ha- bríais tomado por una aparición, por una hada que se entretenía en libertar sus plantas favoritas del dominio impertinente de la maraña.

Pronto rosales, magnolias, cicas, latanias, camelias, fueron surgiendo en el espacio despojado; el boj y la santonina que ror eaban los canteros habían crecido como pasto, y fué necesario cortar y entresacar plantas, podar las rosas, ordenar canteros de violetas, sacar las plantas secas.

El peoncito José aflojaba la tierra punteándola; se arregló la distribución del agua, para la cual había ya dos o tres depósitos que la recibían por cañería; se ataron y ordenaron los jazmines, madreselvas, campa- nillas, ipomeas (1), y otras enredaderas que debían pro-. teger los corredores y glorietas.

Dos meses después, cuando el invierno empezaba a hincar sus uñas de hielo, el trabajo estaba casi termi- nado. y

(1) Ipomeas : enredaderas con grandes flores de suave perfume, algunas de las cuales won llamadas Damas de noche.