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250 ISONDÚ


81.

El niño y la serpiente.

Un niño que jugaba con una serpiente domesticada la dijo :

— Querido an'malito : si no te hubieran quitado el ve- neno, no tendría tanta confianza, pues las serpientes sois criaturas ingratas y perversas.

Ya he leído lo que sucedió a un pobre paisano, quien habiendo encontrado una víbora, que tal vez sería uno de tus antepasados, casi helada debajo de un haya, la puso en el seno para calentarla. ¡Apenas la infame se sintió revivir, mordió a su bienhechor, y el caritativo paisano murió!

— Me admiro — dijo la serpiente — de la parcialidad de vuestros historiadores. Los nuestros cuentan esa his- toria de muy distinta manera. Según ellos, tu hombre caritativo creyó que el reptil estaba realmente helado, y como era una de esas serpientes que tienen una hermosa piel salpicada de lindas manchas de: diversos colores, la metió en el seno para llevarla a su casa y allí desollarla. ¿Crees que aquello era justo?

— ¡Ah! ¡calla! ¡calla! — respondió el niño —.¿Qué ingrato no sabría justificarse? -¡Bien, hijo mío! — interrumpió el padre que había

escuchado el diálogo. — Sin embargo, si algún día oyes hablar de la extraordinaria ingratitud de alguno, enté- rate bien de todas las circunstancias antes de execrar a un hombre.